Bilbao, alquiler de coche para viaje por libre: desde la ciudad hacia los secretos del País Vasco

Bilbao, esta ciudad situada en el norte de España, se ha hecho mundialmente famosa por el Museo Guggenheim. Pero una vez que realmente pisé este territorio, comprendí que no es solo un santuario del arte, sino también el punto de partida para un maravilloso viaje por toda la región vasca. Por eso elegí alquilar un coche y salir de la ciudad, recorriendo caminos montañosos, extensas costas y tranquilos senderos rurales, hasta llegar a esos rincones que en el mapa parecen pequeños, pero que en la memoria siempre brillan intensamente.

1: ¿Por qué elegir alquilar un coche en Bilbao?

Bilbao no es una ciudad excesivamente grande; el metro, los autobuses urbanos e incluso simplemente caminar bastan para conocer la mayoría de sus atractivos: el Museo Guggenheim, el Casco Viejo, la ría, o los mercados tradicionales. Pero si tu plan es ir más allá del centro urbano, si anhelas descubrir las aldeas costeras, los valles escondidos y esos rincones que no salen en las guías, entonces alquilar un coche es más una necesidad que una opción. Yo decidí conducir por una razón muy clara: la libertad absoluta que brinda. No dependes de horarios ni de rutas preestablecidas, puedes improvisar, cambiar de planes, detenerte frente a un acantilado solo para contemplar el mar o desviarte por una carretera rural y sentir que estás descubriendo algo por primera vez. Además, muchas zonas naturales, especialmente en días festivos, no cuentan con transporte público regular, lo que hace que el coche sea la única vía real para explorarlas a fondo. Esa combinación de autonomía y contacto directo con el territorio convierte al coche en una herramienta esencial para vivir el País Vasco en su máxima expresión.

2: ¿Cómo alquilar un coche en Bilbao?

El Aeropuerto de Bilbao (Aeropuerto de Loiu) es el punto más cómodo y lógico para comenzar tu aventura sobre ruedas. Allí se concentran tanto las principales empresas internacionales de alquiler de coches —Avis, Hertz, Europcar, Sixt— como compañías locales que, a veces, ofrecen mejores tarifas o condiciones más flexibles. Reservé con antelación a través de una plataforma comparadora para asegurarme de conseguir el mejor precio. Elegí un coche pequeño, automático, fácil de conducir y aparcar en los pueblos con calles estrechas. El precio rondaba entre 40 y 60 euros al día, aunque esto puede variar según la temporada, la demanda y los extras que selecciones (como GPS, conductor adicional, seguro ampliado, etc.).

Al recoger el coche, hay que tener en cuenta:

  • Pasaporte y carnet de conducir válido (permiso internacional o traducción al español).
  • La tarjeta de crédito es imprescindible para el depósito.
  • La mayoría de las compañías funcionan con la política “recoger y devolver con el depósito lleno”, así que hay que rellenar el tanque antes de entregar el vehículo.
  • Revisar el estado del coche, especialmente neumáticos y frenos, y tomar fotos como prueba.

3: Salir de la ciudad, primera parada — Bakio y la iglesia de San Juan de Gaztelugatxe

Tomando la carretera BI-631 hacia el oeste, en menos de 40 minutos desde el centro de Bilbao llegué a Bakio, un pintoresco pueblo costero rodeado de viñedos y montañas verdes. Aunque muchos lo conocen por su ambiente relajado y sus olas, ideales para el surf, mi verdadero destino se encontraba unos kilómetros más adelante: la emblemática ermita de San Juan de Gaztelugatxe, que parece brotar de las rocas en medio del mar.

Este lugar no solo es popular por haber aparecido en la serie Juego de Tronos como Rocadragón, sino por la magia que emana su ubicación. Para llegar a la cima, hay que subir 241 escalones que zigzaguean por un puente de piedra sobre el mar embravecido. La subida, aunque algo exigente, es parte de la experiencia. Desde arriba, el horizonte del golfo de Vizcaya se despliega en 180 grados y, con suerte, podrás ver cómo las gaviotas sobrevuelan las olas.

Mi consejo: visita al amanecer o al atardecer. No solo evitarás las multitudes, sino que la luz de esas horas envuelve el paisaje en una atmósfera casi mística. Para aparcar, existe un parking gratuito señalizado cerca del acceso al sendero, pero en temporada alta se llena rápido. En esos casos, es mejor madrugar o aparcar en Bakio y caminar una media hora extra, disfrutando de un bonito paseo con vistas al mar.

4: Rumbo al este — Descubriendo Mundaka y la reserva biológica de Urdaibai

Desde Bakio, conduciendo hacia el este unos 30 minutos por carreteras serpenteantes con vistas al Cantábrico, llegas a Mundaka, un pequeño pueblo costero considerado un paraíso por las revistas de viajes y los surfistas de todo el mundo. Su puerto encantador, sus casas con fachadas de colores vivos y su atmósfera relajada lo convierten en un lugar ideal para pasear sin prisa. La playa es modesta, pero su ola izquierda, que rompe en la desembocadura del estuario, es legendaria. Incluso si no surfeas, merece la pena quedarse un rato observando a los surfistas bailar sobre el agua.
Otra joya cercana es la reserva natural de Urdaibai, declarada reserva de la biosfera por la UNESCO, que ofrece un mosaico de paisajes: bosques de robles, marismas, dunas y tramos de río. Conducir por sus caminos rurales es como sumergirse en un documental vivo, con garzas y cormoranes cruzando el cielo y vacas pastando en los campos. Muy cerca está Gernika-Lumo, símbolo de la identidad vasca, donde visité el roble sagrado que representa la libertad del pueblo vasco y el Museo de la Paz, cuya exposición sobre el bombardeo de 1937 me dejó profundamente impresionado.

5: Adentrándose en el valle — Orduña y secretos del interior

Muchos visitantes se centran solo en la costa vasca, pero el interior de esta región ofrece paisajes igualmente espectaculares y con mucha menos afluencia turística. Desde Bilbao, conduciendo hacia el sur durante una hora, el camino te lleva a través de colinas cubiertas de verdes intensos y prados salpicados de caseríos. Así llegas a Orduña, un pueblo encajado en un profundo valle rodeado de paredes rocosas que parecen protegerlo del mundo exterior.
Lo primero que hice fue subir por uno de los senderos señalizados hacia el mirador del salto del Nervión, la cascada más alta de la península ibérica, que aparece solo en época de lluvias, pero cuyo entorno siempre impresiona. Desde allí, las vistas de la meseta y el valle son sencillamente abrumadoras. Ya en el centro del pueblo, paseé por su plaza porticada, donde los bares sirven pintxos caseros y vinos de la zona. El ritmo aquí es lento, acogedor, perfecto para dejarse llevar por una conversación improvisada con un local o simplemente sentarse al sol viendo pasar el tiempo. Orduña fue uno de esos lugares donde sentí que el viaje me devolvía algo más que paisajes: me regalaba una pausa auténtica.

Capítulo 6: Sorpresas en la carretera — Descubrimientos fuera del plan

Más que seguir una ruta estricta, prefiero un viaje con dirección pero sin ataduras. Una tarde, mientras regresaba a Bilbao, pasé por Lekeitio y el paisaje costero me atrapó. No pude evitar parar.

Allí, las mareas dramáticas y las calas ocultas son impresionantes. Hay una pequeña iglesia construida en una isla que se puede alcanzar caminando con la marea baja. Ese día no tomé fotos ni publiqué nada; simplemente me senté sobre las rocas a escuchar el sonido del mar. Esos momentos de desviarse del plan se convirtieron en los recuerdos más valiosos.

7: Consejos para conducir y seguridad

Conducir en el País Vasco es generalmente cómodo porque las carreteras están bien cuidadas, pero conviene tener en cuenta:

  • Las carreteras de montaña son sinuosas y empinadas; con lluvia, es mejor reducir la velocidad.
  • En pueblos pequeños, las calles son estrechas y hay que prestar atención a los coches que vienen en sentido contrario y a dónde aparcar.
  • Algunas autopistas (AP-8, AP-68) cobran peajes; hay que llevar efectivo o tarjetas compatibles.
  • Hay señales que advierten sobre animales salvajes, especialmente ciervos, sobre todo al amanecer y al atardecer.

Además, cumplir las normas y planificar bien dónde repostar, especialmente en zonas rurales, hará que el viaje sea mucho más tranquilo.

8: Bilbao como punto de partida único

Bilbao no es solo un centro geográfico, sino una puerta a la esencia vasca. Aquí se puede acostumbrar uno al idioma, la gastronomía y el ritmo local antes de adentrarse en pueblos más recónditos, donde la lengua y las tradiciones están aún más preservadas.

De regreso a la ciudad, me encanta sentarme en un banco junto al río Nervión y observar el flujo de gente. Esa sensación de “salir y regresar” aporta una especie de cierre y asentamiento al viaje.

Conducir es una forma de acercarse a la tierra

Alquilar un coche en Bilbao y recorrer costa, valles y aldeas no me convirtió en un turista cualquiera, sino en un viajero que, en cada encuentro con la tierra, el clima, el idioma o un desconocido, fue tejiendo una comprensión más profunda del lugar. Este viaje me enseñó que no siempre hace falta planear cada detalle ni ir a todos los puntos turísticos; a veces basta con desviarse por un camino poco conocido, detener el coche y levantar la mirada hacia la montaña o el mar para llenar el alma.

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